Desde una perspectiva de derechos de la infancia y adolescencia, que es la que adoptamos en el enfoque de la parentalidad positiva, las imágenes ofrecidas presentan matices muy centrados en lo negativo. En el principio de la pandemia, los niños eran considerados “vectores” principales de contagio a los que había que vetar el juego al aire libre en el parque, se les restringían las relaciones con los iguales y hasta se cuestionaba la pertinencia de sus relaciones con los abuelos como población sensible susceptible de su contagio. La imagen social negativa no hacia sino responder a los propios enfoques de la ciencia que en ese momento esperaban un gran impacto negativo de la pandemia en la infancia. En esta misma línea, la apertura de los colegios llenó páginas y páginas y horas de emisión ante el gran peligro potencial que representaba la vuelta a las aulas como un entorno proclive a los contagios. En estas noticias salían entrevistas con la dirección de los centros, el profesorado y las propias familias cuestionando hasta qué punto se habían tomado las medidas pertinentes y se vaticinaba una gran debacle. Todo ello estaba muy justificado y, sin duda, había que contarlo.